Literalmente todos nosotros tenemos genes de virus muertos en nuestros genes. Desde el comienzo de la vida, los virus han estado infectando a nuestros ancestros distantes, añadiendo su propio ADN al material genético que pasan de generación en generación. Una vez estos virus invadieron nuestros genomas, a veces hacían nuevas copias de sí mismos, que terminaban “pegándose” a otras regiones de nuestros genes. A lo largo de muchísimas generaciones, estos virus mutaron y perdieron su capacidad de moverse. Es como si cada tanto nuestro alfabeto de cuatro letras estuviese manejado por un editor irresponsable.
En otras palabras, nuestro genoma está lleno de los cadáveres de estos diminutos virus que durante millones de años usaron los genes de nuestros ancestros como si se tratara de su propia casa.
Y sucede que a medida que estos trozos de ADN viral saltan de un lado al otro de nuestro genoma, pueden causarnos mucho daño. Pueden perturbar los genes, haciendo que dejen de producir proteínas esenciales. Cientos de enfermedades genéticas han sido ligadas a estos saltos de ADN viral.
No obstante, algunos de éstos invasores han evolucionado en formas útiles. Por ejemplo, algunas tiras de ADN viral han aprendido a fabricar genes de RNA que les sirven mucho a nuestras células. Otros se han convertido en “puertos” a los cuales las proteínas pueden anclarse y hacer su trabajo de encender ciertos genes cercanos. Los expertos los ven como materia prima de innovación, y biólogos moleculares de todo el mundo estudian esta nueva area de la genética.
La próxima vez que piense en sus genes, es buena idea que vaya desechando la noción clásica de que su ADN está compuesto de genes, en medio de los cuales hay algo del erróneamente llamado “ADN-basura”. En realidad, nuestros genes flotan como islitas en un mar gigantesco de material genético que apenas comenzamos a identificar. Un mar hecho de cosas como trozos de virus fosilizados, exones, pseudogenes y otro montón de criaturas raras.
Vía| Con-Ciencia
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